El masaje con infrarrojos es una técnica de administración de calor por irradiación. Los rayos infrarrojos pueden aplicarse de forma local o general, pero exige precaución en el tiempo de exposición para evitar quemaduras. Más que tener un carácter terapéutico, los infrarrojos se utilizan como complemento durante o después del masaje en el tratamiento de dolencias musculares para obtener un efecto relajante y de reducción del dolor.
Los infrarrojos forman parte del espectro lumínico que irradiado por el Sol recibimos cada día, son los responsables esenciales de la sensación de calor que percibimos al exponernos a la luz solar.
Todos los objetos calientes emiten radiación infrarroja, no visible por el ojo humano aunque muy perceptible por nuestros sensores térmicos; las clásicas bombillas de infrarrojos emiten una luz roja coloreada adecuadamente por el cristal que rodea el filamento, el mayor efecto de elevación de temperatura se debe a una radiación electromagnética que no podemos ver.
Aunque el grado de penetración en el cuerpo es de apenas milímetros, el aumento de temperatura local que produce es capaz de producir un aumento del riego sanguíneo en la zona de irradiación, este aumento perdura varios minutos tras el tratamiento.
En los masajes con infrarrojos además de considerarse un eficaz medio terapéutico en si mismo, se utiliza como una preparación para la aplicación de otros medios terapéuticos como el masaje o las técnicas de electroterapia, la aplicación de ultravioletas o previo a los estiramientos o ejercicios de potenciación muscular, obteniéndose un precalentamiento de la zona a tratar o ejercitar, facilitando el proceso de rehabilitación.
Como todas las aplicaciones que usamos el calor seco obtiene resultados en diversas patologías, especialmente en dolencias reumáticas crónicas, y también resulta útil como medio para disminuir el dolor localizado, asimismo en patologías que cursan generando contracturas musculares tales como lumbalgias, dorsalgias y cervicalgias.